Mentiras

Mis ojos lentamente se van cerrando, es noche y aún no ha llegado. No puedo esperar más y me quedo dormida.

El bello resplandor del sol entra campante por una ranura entre las cortinas de la habitación, bostezo y estiro mis brazos. El "ring-ring" del télefono hace que gire hacía el lado de la cama donde debería estar él, pero mis ojos no lo encuentran.

Estiro la mano, cojo el movil y contesto.

-¿Es usted la señora Aurora de León?

-Si, soy yo. ¿En qué puedo servirle?- Me senté sobre la cama aún con las cobijas sobre mi.

- Lo sentimos, el señor José León ha sufrido un accidente... - El señor dejó de hablar, como si esperara alguna respuesta mía. Pero mi garganta no lograba articular sonido, mi corazón no supo si detenerse o acelerar su pulsación, y unas lagrimas intentaban salir a vagar por mis mejillas ahora pálidas.

-El...¿Está bien?- Logré decir apenas titubeando. Mis manos temblaban en espera de una respuesta.

-No. En verdad lo siento señora. El ha muerto en el accidente, necesitamos que venga a reconocer el cádaver.- Después de eso el caballero que hablaba al otro lado de la linea colgó. No había muchos lugares a donde ir en ese lugar tan pequeño, de hecho solo había uno.

Coloqué el télefono en su lugar y me quedé perdida en mis pensamientos, me fuí a algún lugar extraño, me perdí completamente de mi mente.

¡No era verdad!¡No podía ser verdad! Mi mente y corazón se negaron a creerlo.

Desde ese día, me mantengo sentada en el frio rincón de la habitación sin salida en la que me han dejado, mientras imagino a cada momento que él sigue a mi lado.